Richard Delgado Ruiz deja en sus crónicas parte del acontecer político, económico, cultural y social de Venezuela. Fue ejemplo del periodismo honesto realizado por un hombre discreto y buen amigo
El periodismo de Sociales venezolano pierde a su decano, Richard Delgado Ruiz, un comunicador que estuvo al frente de esa sección en El Universal desde 1992, pero que llegó a ese periódico hace 54 años, en 1966. Previamente ya había tecleado en las antiguas máquinas de escribir en las redacciones de La Esfera y en Últimas Noticias, donde innovó la prensa rosa venezolana con una columna de cotilleo social que él mismo tituló El Gran Mundo y donde firmaba como Tres X.
Ricardo Delgado Ruiz, nombre que solo utilizaba para asuntos privados, pues para sus amigos y seguidores era simplemente Richard, nació en Palmarito, estado Apure. Llegó a Caracas donde estudió en el Colegio San Ignacio, cuando quedaba en el centro de la capital.
Su profesión se consolidó en El Universal, donde hizo dúo con esa gran señora ques es Ana Mercedes Hernández Pesquera de Bellorín, quien estuvo al frente de las páginas sociales durante 50 años y que el consideraba su hermana. En este periódico creó la columna Alto Relieve, por donde desfilaron las caras más conocidas de la vida social caraqueña, pero también se ocupó de las recepciones oficiales que se ofrecieron en el Palacio de Miraflores, la Casa Amarilla y la Residencia Presidencial La Casona.
Preparándose para diagramar la página de Sociales
Minucioso en sus datos, le daba terror equivocarse al escribir el nombre de alguien y las pocas veces que eso sucedió llamaba para disculparse. Esto le hizo ganarse el respeto de la gente pues dejó claro que su gran pasión era el trabajo.
Para él era obligatorio recordar los cumpleaños de quienes por mucho tiempo marcaron la vida social y cultural venezolana por lo que tenía una agendita marrón, que guardaba como un tesoro y llevaba anotado, cumpleaños y aniversarios de boda que reseñaba en una columna titulada Sociales y Personales que llenaba con esos “taquitos” como él solía llamarlos y donde muchos deseaban aparecer.
Richard Delgado Ruiz, Elba Salvatti de Izaguirre y Ana Teresa Delgado de Marín FOTO CORTESÍA
El viernes era su día más esperado porque se celebraban las grandes bodas. Ese día, antes de salir se fumaba un cigarrillo en la redacción (en aquellos tiempos el humo era la catarsis en esa sala de trabajo), salía más temprano para emperifollarse y comenzar la cobertura periodística de las bodas, hasta siete ese mismo día llegó a cubrir junto a fotógrafos como Ánibal Torres, Pedro Lara y Enio Perdomo. Eran tiempos de los grandes saraos.
Por ser tempranero, era el primero en llegar a la redacción, un hábito que no dejó de cumplir así hubiese estado hasta tarde en un acto. Su redacción fue objetiva pues respetaba la fuente porque las familias lo hacían partícipe de su intimidad y eso había que valorarlo.
Coqueto como ninguno, siempre salió muy bien vestido a un evento. Perfumarse era otro de sus rituales. Sus compañeros sabían si había llegado a la redacción porque el ambiente estaba perfumado.
Richard con Demetrio Sandoval Lenzi, su hermano de la vida; y Alberto Veloz Guzmán en una de las fiestas más recordadas de Caracas, La Cena de la Competencia
Le correspondió vivir en El Universal la transición al periodismo digital. Veía con reservas a su primera computadora pero después recordaba con humor las cuartillas donde los errores desaparecían gracias al milagroso tipex.
No olvidaba a sus jefes, Óscar Yanes, Miguel Ángel Capriles, Luis Teófilo Núñez, Andrés Mata, de cada uno de ellos guardaba una anécdota, unas más pícaras que otras. Posteriormente Elides Rojas y el recientemente desaparecido Miguel Sanmartín, a quien consideraba sus amigos.
No olvidaba el episodio donde conoció a Bill Clinton, cuando siendo Presidente visitó Venezuela, y su baile con La Macarena en La Casona en tiempos de Rafael Caldera, cuya familia, al igual que la de Carlos Andrés Pérez, siempre le manifestó su afecto a Richard, siendo el periodista infaltable tanto en los actos oficiales como en los privados que celebraron, invitado directamente tanto por doña Blanquita Rodríguez de Pérez como por Alicia Pietri de Caldera.
Lo mismo sucedió con Luis Herrera Campins y la familia Lusinchi que lo incluyeron siempre en la lista de invitados permanente a La Casona.
Con su sobrina Mariana Patiño de Manzo y uno de sus sobrinos nietos en un momento de celebración
Bailarín de postín, disfrutaba la música plenamente así como los viajes en los que tuvo oportunidad de cubrir eventos oficiales presididos por jefes de Estado venezolanos. Pero lo que más emocionaba era llamar a Irene Álvarez Brunicardi para que le hiciera las reservaciones para tomar el avión que lo llevaría a Estados Unidos donde se encontraba con su familia. Era la adoración de sus sobrinos, a quienes quiso como a unos hijos. Por eso contó con ellos hasta el último momento, porque no le faltó su amor y atención. Hasta sus hermanos, sobrinos, sobrinos-nietos y bisnietos las palabras de condolencias y afectos en esta triste despedida.
Compartiendo con la familia en una de sus vacaciones
Para Richard la familia era lo primero por eso sus compañeros de trabajo se sumaron a ella.
Basta leer las palabras que al conocer su deceso se pueden apreciar en las redes para medir el cariño y respeto que los lectores y seguidores sienten por él. Alan Lugo escribió: Richard, un hombre excepcional, de amistad y lealtad profundas. Poseía un carácter afable, pero discreto, siempre dispuesto a dar los mejor de sí. Tenía una disposición nata a la bondad y a la solidaridad. Fue un honor haber compartido trabajo y amistad con él por tantos años. En verdad, lo aprecié mucho. Gisela Provenzali lo describe como gran caballero, maravilloso conversador, amigo, atento, profesional, impecable en su trabajo. Un ejemplo de integridad y discreción. Un divertido compañero de viaje.
Marianella Salazar lo recuerda como un periodista con ética y caballero ejemplar. Mientras que Carolina Jaimes Branger comenta que era un hombre decente en toda la extensión de la palabra. Para el director musical Pedrito López, Richard fue un gran profesional y sobre todo un gran ser humano.
Imposible no incluir en estos comentarios de las redes el de Isabel Aoun González, hija de su entrañable amigo Freddy Aoun, quien expresa la tristeza por su partida y subraya que Richard fue queridísimo por su familia, algo de lo que doy fe, pues fue un afecto correspondido. Para la escritora Inés Muñoz Aguirre, Richard formó parte del periodismo venezolano, cuando todas las fuentes eran cubiertas con el rigor y el compromiso necesarios.
Para quien escribe esta nota su partida significa no la despedida de un jefe, sino el cierre de un capítulo de mi vida profesional, pues conocí a Richard mucho antes de trabajar con él, disfruté de su conversación, de sus picardías, bailamos más de una vez. Pero cuando me invitó a compartir con él la responsabilidades en las Páginas Sociales de El Universal me pareció su mayor manifestación de afecto y de reconocimiento pues esa sección era la de mayor prestigio en todo el país, lo que significaba un acto de confianza ilimitado. Se va el colega, el compañero de escritorio, pero por encima de todo el amigo y cómplice de una buena parte de mi vida profesional y personal. Extrañaré sus cuentos que nunca publicó por no considerar prudente, sus llamadas casi diarias donde manifestaba su preocupación por Venezuela. Con Richard se va una Caracas gentil, divertida y de Alto Relieve.