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lunes, 6 de agosto de 2018

La verdad ¿para qué?

Mayte Navarro (*)
Cuando tenemos al alcance de las manos nuevas y más eficaces maneras de comunicarnos pareciera que estamos viviendo una época  donde la desinformación hace de las suyas.  Mientras unos luchan por obtener la verdad ésta llega a medias o viene contaminada por emociones que dificultan su objetividad. El vocablo que se multiplica en textos y discursos es posverdad.
Pero ¿qué es la posverdad, esa palabra que viaja de boca en boca y que algunos parecen solo repetirla por estar de moda? Según un artículo del diario El Clarín de Argentina,  hace dos años fue el vocablo más usado en inglés, así lo determinó el diccionario de Oxford. Pero en español también ha sido ascendente su utilización. No nos encontramos ante un término nuevo pues ya cuenta con casi una década de edad. La posverdad  no es otra cosa que la influencia de las emociones y las creencias particulares en la formación de la opinión pública. El DRAE la define como la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Como ejemplo nos brinda éste: los demagogos son maestros de la posverdad.
La política actual pareciera que se nutre de la posverdad. Vemos como los líderes tratan de llegar al público no razonando sino emocionándolos. No hay argumentos ni hechos sino afectos.
La red social Twitter ha sustituido los comunicados o declaraciones de prensa de los líderes. Por allí anuncia decisiones que rápidamente la red las difunde en el mundo y que muchos, sin pensarlo dos veces, creen y retransmiten.
En Venezuela la verdad parece tener un solo color y una sola voz que aniquila a las otras. Los males que aquejan al país se presentan como consecuencias de una sola causa que pertenece al ayer. No hay capacidad para enfrentar opiniones que podrían generar soluciones. Simplemente se callan voces para que una sólo sea la que se conozca. La descalificación sustituye a la información. Por eso no hay estadísticas ni existen los análisis profundos que midan causas y consecuencias. Todo es subjetivo.
Vemos como los líderes nacionales en su afán de preservar el poder niegan el pasado democrático de Venezuela. Se presentan a los subversivos de ayer como víctimas de un régimen totalitario y se esconden los crímenes que cometieron contra la democracia.
Los medios de comunicación oficiales  están cerrados a cualquier opinión que difiera a las impuestas por la cúpula de poder. Se desconoce la decisión popular y las instituciones  y para ello se valen del fanatismo, del odio y de falsedades. La historia se narra de manera diferente, se niegan los logros del pasado y todas las virtudes pertenecen al presente, ejemplo de ello son las afirmaciones que se hacen sobre la gratuidad de la educación, ésta no existía y hoy si se tiene acceso a ella, aunque en las aulas ya no hayan maestros.
Las redes sociales han servido para empujar más de una mentira. En Twitter o Instagram se repiten hasta hacer creer que lo falso es verdad. Son tiempos en que el verdadero periodismo hace cada vez más falta, por eso se considera al profesional de la prensa persona non grata. En el mundo de hoy muchos poderosos quieren hacer verdad lo que no lo es. Ya la verdad no centra la vida ciudadana.
(*) Miembro de Expresión Libre
@mainav

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